jueves, 27 de octubre de 2011

¿ESTAMOS ANTE EL FINAL DE ETA?


¡Qué dificil, sí, qué dificil es hacer de tripas corazón, qué complicado resulta creer el presunto final de una banda de criminales sanguinarios sin herir sensibilidades!

Atrás quedan los cuarenta y tres años de horror, de miedo, de terror, pero por respeto a las víctimas y admiración hacia sus familiares, también víctimas en otro grado, no podemos dejar atrás esa cifra espeluznante de 829 asesinados en aras a una presunta lucha armada, donde los asesinos conformaban un bando y los demócratas el otro.

Ahora que la exposición de sus postulados independentistas busca el cauce legal, esta estrategia nos recuerda la denigración moral de quienes se aprovecharon del amedrentamiento ajeno y callaron, porque coincidían en los fines aunque no así en los medios.

Cuando la banda anuncia el “cese definitivo” de la violencia terrorista, resulta que la organización criminal emplaza a España y Francia a iniciar el proceso de diálogo directo” y para ello monta un show con actores internacionales que siguen creyendo que ETA es un “movimiento separatista o de liberación vasco” (así lo definió The Wall Street Journal).

Cuarenta y tres años que no han pasado en balde, que han dejado muchas secuelas, que han marcado a fuego un recuerdo indeleble en las víctimas primero, en sus familiares y en el resto de testigos que somos la Sociedad Civil, que asistimos ahora atónitos a un presunto proceso que no es de rendición y entrega de las armas, sino de “proclamación del cese de la violencia”.

Sin deseo alguno de herir susceptibilidades, qué quieren que les diga, que este final parece más propio de las chanzas de la guerra de Gila, “preguntando si aquí es el enemigo, si pueden llevarse las armas de recuerdo y si pueden irse a sus casas por donde han venido sin hacer ruido para no despertarnos”, como si nada hubiera pasado.

Realmente sea abre un mar de dudas sobre qué hacer en adelante: si ceder sobre la pretensión de acercamiento de presos; si dar carta de naturaleza permanente a formaciones abertzales afines que antaño, con un nombre u otro, no terminaban de condenar los atentados; si adelantar elecciones en el País Vasco; si disolver la coalición PSE-PP...

Nadie sabe, ni se atreve a augurar, qué puede ocurrir ante este nuevo escenario y, aunque se repiten algunos protagonistas, también se incorporan caras nuevas, y hasta el libreto es nuevo. Se supone que veremos una representación diferente, pero solo se supone.

En el patio de butacas, al público se le pide que olvide, que tenga altura de miras, grandeza. Y en estas me vienen al recuerdo aquellas palabras de Rubén Mugica, hijo del concejal socialista Fernando Múgica, asesinado por ETA hace ahora quince años: “ni olvidamos, ni perdonamos”. El resentimiento sigue vigente, las heridas físicas y morales no han cicatrizado lo suficiente, y ahora les piden que tengan grandeza para superar la barbarie donde unos mataban sin pudor y otros morían por la espalda.

En el horizonte queda la evidente pretensión soberanista, pero nadie es capaz de ver una posible pinza entre nacionalistas moderados y abertzales por considerarla antinatura, más si cabe que la coalición PSE-PP, decisiva para este acto.

El pasado 24 de octubre tuve una interesante jornada en Twitter (@VidalJuanma) con eminentes profesionales de todo el arco periodístico. A mi duda sobre la manera en que repercutiría la rendición de ETA sobre la base social del PNV, y si Bildu/Aralar les restaría votos, Manuel Erice, de ABC, indicaba que el PNV ya pide adelanto a Patxi Lopez, -dado que- ya quieren volver. Pero, ojo: Bildu puede ganarles. Para José Luis Gómez, columnista de El País y director de la revista Fórum, éste era un punto electoral clave para el futuro del País Vasco, y no solo del PNV.

Y es que en verdad, como señalaba Fernando Lázaro, experto en seguridad y terrorismo de El Mundo, “el 20N será unas primarias en el nacionalismo vasco para ver quién tiene más votos: PNV o Bildu”, afirmación compartida por Carlos Alsina, director de La Brújula, de Onda Cero, que apostillaba que “otro elemento interesante era el efecto en el PSE, difícil de medir por el desplome general”, y al presuponer que dicho efecto generase debilidad en la coalición PSE-PP, Alsina exponía que “el tándem goza de buena salud, y, si hay adelanto, será por otros motivos o cálculos (legítimos)”.

El fin y derrota de ETA se ha fundamentado en considerarla no solo como un grupo armado, sino como un entramado de apoyos en la sociedad civil. Por eso, cuando se ha desmantelado el frente económico de extorsión, el de propaganda e información, el sindical, el de familiares de presos y otros de apariencia política, se ha diluido su fuerza.

De momento, nada de adelanto electoral sin darles tiempo a ser juzgados en su responsabilidad actual, nada de negociación como grupo derrotado. En todo caso y a escala individual, sí se podrán acomodar las medidas específicas a las de los presos comunes ¿En manos de quién queda la sociedad civil no nacionalista, quién garantiza los derechos civiles?

Ahora toca mostrar las contradicciones dentro del propio independentismo, entre la ideología de libre mercado y el intervencionismo de corte marxista, tardocomunista, ecologista o simplemente verdeoportunista. Veremos cómo gestiona ahora el independentismo el dilema entre separatismo y paro por deslocalización de tantas empresas que se vieron forzadas a huir.

Aplicarlo ahora, deprisa y corriendo, sacado del horno sin terminar de cocer para servir el 20N, como si aquí no hubiera pasado nada, como si “los chicos de la gasolina” pasaran a ser “los chicos de la gomina”, pasando sin interludios del odio a la simpatía solidaria, parece que no cuela.

Los hay que desean que el miedo, el amedrentamiento, la amenaza, la extorsión, el desprecio, el recelo, etc., desaparezcan como por ensalmo, y el mafioso diga ahora que deja de serlo y quiera negociar ya. Es una especie de parábola del hijo pródigo que vuelve a la casa del padre que mató, y espera que los hermanos, viuda y amigos, comprendan su impulso ideológico y uso legítimo de cualquier medio, incluida la eliminación de los representantes, su dignidad o su patrimonio.

En esa táctica, medir los tiempos es esencial para verificar el cese de la estrategia de exterminio y amedrentamiento, de libre expresión de las diferencias, de respeto a las minorías. Ahora ellos, en su hoja de ruta, tienen prisa y el resto no, porque ya nos habíamos acostumbrado.

Seguiremos los acontecimientos, sin olvidar la impagable tarea de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, verdaderos artífices de esta derrota sin paliativos y no siempre reconocidos, y por supuesto, manteniendo siempre en el recuerdo a los 829 muertos y a sus familiares, todos ellos víctimas inocentes de la barbarie.

¡Ojalá, esta vez, se hayan escrito por última vez las tres siglas más ignominiosas del terrorismo en España y podamos decir para siempre #Hasta nunca ETA!

Por Juan Manuel Vidal
- Periodista y Sociólogo -

martes, 11 de octubre de 2011

QUO VADIS, EUROPA?



El sueño de una nación se fundamenta en un idioma, en una cultura, en una identidad, en una idiosincrasia, en un territorio común; amén de una organización política y económica que aune los esfuerzos de sus ciudadanos en una sola dirección: el progreso de sus miembros.

Pero ¿cuál es el sueño de un colectivo de naciones que pretenden navegar bajo un mismo estandarte, si no comparten ninguno de los valores antes citados y sí muchos enemigos externos dispuestos a bombardear su línea de flotación y alguno interno que no está seguro del destino final?

Para concentrarse en un solo poder fáctico, Europa debería sacrificar los intereses particulares primando los colectivos, pero son demasidos siglos de luchas intestinas como para reunir a los llamados a la mesa de la concordia a un objetivo común.

Los vanos intentos de adicionar voluntades tras la II Guerra Mundial muestran ahora, en plena catarsis crítica, la ausencia de fundamento, de solidos principios y de firmes voluntades por renunciar a lo propio en favor de lo colectivo.

Si de hecho ya había constantes movimientos centrífugos dentro de cada país que reclamaban sus derechos históricos de autonomía y/o independencia, parece difícil, por no decir imposible, que haya una tendencia centrípeta capaz de sumar en vez de restar a la Unión.

Ejemplos como los de las Políticas agrarias comunes, de fronteras de seguridad internas, de parlamentos y tribunales supranacinales y más recientemente de una moneda común, parecían marcar la buena dirección, pero la crisis económica ha evidenciado una crisis del modelo completo.

Europa más parece un castillo de naipes que quiere aparentar la seguridad de una fortaleza inexpugnable y mientras ha durado la farsa, todo ha ido bien, pero los rivales han descubierto que íbamos de farol y están torpedeando nuestra identidad común sobreponderando la Germania.

Antaño, en las familias, para afianzar los lazos se decía aquello de “o somos o no somos”, y ya vinieran mal dadas o las vacas fueran flacas, el caso es que se tiraba del “colchón consanguíneo, pero insisto, esta crisis ha demostrado que en Europa, por ahora, seguimos “sin ser”.

Desde los inicios de la crisis, allá por mediados de la década pasada, en vez de haber más política común, “más Europa”, como decían algunos intelectuales, ha habido una huida hacia adelante donde cada Mº de Economía ha procurado tapar sus agujeros mirando de soslayo al resto.

Es cierto que siempre ha habido hormigas y cigarras, tontos y listos, honrados y avispados, ingenuos y pícaros, ciudadanos y banqueros, pero en todas partes, no solo en España. Mientras unos apostaban por ladrillos y fondos contaminados, otros acumulaban granito a granito.

Ahora a los segundos les toca tapar el agujero de los primeros, y ya están hartos, a nivel local, regional, nacional o supranacional, y es comprensible que algunos ya estén muy hartos de pagar “justos por pecadores”, mientras otros siguen metiendo la mano en la saca.

Da igual lo que digan los Durao Barroso, Van Rompuy, Solana, etc. Mientras los Goldman Sachs, Standar & Poors, Fitch, Trichet, Bernanke, Lagarde, socaven los cimientos de esta frágil Unión asentada solo en una moneda común, no hay futuro compartido sino libre albedrío.